Sunday, February 8, 2009

El pasado se asoma

Tuve dos encuentros con el pasado el viernes. Uno de los pasados fue el mío. Una amiga de la segundaria me contactó por Facebook. Siempre era a mujer --pues en aquella época una joven-- de inteligencia, de conciencia, de buen trato. Entramos en dialogo. A través de ella, otro de mi pasado volvió a asomar la nariz. El lobo gris de Algonquin. Hoy en día más gris que nunca. Me desequilibró. Ya me repuse. Si llego a saber más de él, bien. Si no, me da igual.

El otro pasado no era mío. Es un pasado que desafía mis conocimientos, porque aunque sé al nivel académico que existe, es de mucho más allá de los límites de mi existencia.

El curioso no, la forma como uno se encuentra con otra persona y el pasado no existe entre los dos. Tabula rasa. Es un nuevo comienzo. Si se llevan bien, se presume que tienen algo en común, que son parecidos. El ejercicio va hasta el punto de atribuir al otro un pasado parecido, por lógico de proyección: si llegamos al mismo punto, entonces recorremos caminos parecidos. Qué sofisma más grande! No obstante, en el punto de encuentro, uno está en igualdad de condiciones. Yo quien seré para esta persona, y quien será para mi? Un amigo? Un amante? Un confidente? Un correspondiente? Un colega? Hasta qué punto nos acompañaremos? Estas preguntas no se hacen de forma consciente, pero están implícitas en la construcción de la relación. Sobra poner las etiquetas. Las relaciones son cambiantes. Es posible que una persona quien desempeña un papel importante en un momento de la vida, más tarde desaparece de todo. De igual manera, alguien a quien se va conociendo a poquitas --de que calladita manera (P.M.)-- se va insinuando en la vida de uno, hasta volverse una referente imprescindible.

Qué pasa cuando la vida de su interlocutor recorrió caminos completamente ajenos a los propios? Cuando su pasado desafía los límites de la experiencia compartida y relata otra cara de la realidad? Es extraño que caminos tan distintos pueden llegar al mismo punto de encuentro. La experiencia compartida y confrontada me complace, me enriquece, me enseña; disfruto, cuestiono, pienso, siento. Se dice que las diferencias atraen, pero son las similitudes que hacen que se quedan juntos. Creo que es cierto. Se consolidan por lo que comparten, más que por buscar llenar algo que le hace falta.

El pasado, las experiencias forman e informan las personas que somos hoy en día. Somos el resultado de la crianza, los valores, los sueños, las esperanzas, la educación, las vivencias, los acontecimientos; irrevocablemente nos han llevado a este punto en nuestras vidas. Y en este momento, en este instante, el camino hacía el futuro está p'adelante. Con infinitas posibilidades para reinventar quienes somos, tomando las decisiones sobre cuales son los aspectos que quiero llevar en la maleta que cargo, y cuales mejor les dejo atrás.

Y a propósito de la conversación y el café del domingo...


Tumbas de la Gloria

Tu amor abrió una herida
porque todo lo que te hace bien
siempre te hace mal.
Tu amor cambio mi vida como un rayo
para siempre, para lo que fue y será.
La bola sobre el piano la mañana aquella
que dejamos de cantar,
llego la muerte un día y arraso con todo
todo, todo, todo un vendaval
y fue un fuerte vendaval.
Algo de vos llega hasta mí,
cae la lluvia sobre París.
Pero me escape hacia otra cuidad
y no sirvió de nada
porque todo el tiempo estabas dando vueltas
y más vueltas que pegue en la vida para tratar de reaccionar
un tango al mango revoleando la cabeza como un loco
de aquí para allá, de aquí para allá.
Después vinieron días de misterio y frío,
casi como todos los demás
lo bueno que tenemos dentro es un brillante
es una luz que no dejare escapar jamás.
Algo de vos llega hasta mí,
cuando era pibe tuve un jardín,
pero
me escape hacia otra ciudad
y no sirvió de nada
porque todo el tiempo estaba yo en un mismo lugar
y bajo una misma piel y en la misma ceremonia,
yo te pido un favor, que no me dejes caer en las tumbas de la gloria.

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