No es que estoy contando el tiempo que llevo aquí, pero a cada rato alguien me pregunta: Cuánto tiempo llevas en Colombia? Y por contestar, año tras año tras año, me ha dado cuenta que estos años que se han ido acumulando.
La otra pregunta que me hacen es porqué vine a Colombia. Esta es la historia: Estuve trabajando en el Centro de Investigación sobre el Desarrollo, al ramo investigativo de CIDA, la agencia canadiense de desarrolla internacional. Y se me metió la idea de ir a trabajar en otro país. Fui a CUSO, un programa del gobierno que envía profesionales a trabajar con contratos de dos años en otros paises del mundo. En aquella época, estaban buscando bibliotecólogas en tres países: Uno, Indonesia. Miércoles, Indonesia, país islámico del pacífico. Me sonaba muy lejos, muy intimidante, y además había problemas de corrupción en el gobierno que estaban afectando la iniciativas de las bibliotecas, y el proyecto estaba temporalmente en evaluación. Había otro puesto en Jamaica. Jamaica, sol, Caribe, buena vida, life is good man! El trabajo también era genial: un proyecto de la Biblioteca Nacional de recuperación de la historia oral del pueblo. Pero el huracán Gilbert cayó sobre la isla y arrasó con gran parte de la Biblioteca Nacional. El proyecto también fue suspendido temporalmente. La tercera opción era Colombia: no tan lejos como Indonesia, ni tan cerca como Jamaica, la oportunidad de aprender otro idioma, otra cultura. Me apunté. Dimensión Educativa trabajaba en el campo de educación popular, con proyectos en capacitación de líderes comunitarios, lecto-escritura, teología popular, y música y teatro popular. Pero no fue tan fácil llegar. Las autoridades rechazaron la solicitud de visa, con el argumento que yo estaría quitando el empleo a un colombiano. Cuso contrató un abogado quien dio los argumentos de solidaridad internacional y apoyo al desarrollo. Finalmente la visa fue aprobada.
Salí de Montreal en 12 de enero del 1989. Pasé cinco semanas estudiando español en Quito, y llegué a Colombia el día 17 de febrero del 1989.
Me acuerdo de mi primer almuerzo corriente. El jugo era algo extraordinario. No conocí esta fruta "exótica" que me sabía ligeramente a canela. Pregunté en el restaurante, cómo se llama esta fruta. Me miraban como si fuera de otro planeta (lo que efectivamente era). La fruta era guayaba. Guayaba! Néctar de los dioses! Más tarde me fui conociendo todo el repertorio de las frutas y sabores colombianos, pero nunca olvidaré este primer sorbo del trópico. Se puede sufrir por muchas cosas en Colombia, pero digo que aquí el extranjero no sufre por la comida.
De todas las invitadas esta noche, la primera a quien conocí fue Haydee, asistente administrativa en la oficina de Cuso en Bogotá. Capaz, mamagallista, conocedora de los otros canadienses en el país por medio de Cuso, incluyendo el inolvidable Michael. Haydee me dio un de los mejores cumplidos que he recibido: me dijo, "eres una negra forrada de blanca." Y a propósito de Michael y los años que llevo aquí, hace dos semanas, cuando fui ver a Salman Rushdie en la Universidad Nacional, la chica en la fila detrás de mí estaba comentando con su amigo algo sobre el trabajo en Censat. Me levantó las orejas: Censat fue donde Michael trabajó. Su amigo su fue a buscar algo. Me di la vuelta y vi una mujer joven. Ofrecí disculpas por estar escuchando su conversación, y pregunté si trabaja en Censat. Que sí. Pregunté si conoció a Michael... pues no. Entonces pregunté por Hildebrando. "Claro le conozco, dijo, es mi papá". Mierda! Yo sabía que Hildebrando tenía una niña chiquita, pero no esta mujersote. Le mandé muchos saludos... y me sentí muy cucha.
En cuanto a mi primer apartamento, tuve mucha suerte. Conseguí un apartamento en un edificio recién construido, tan recién construido que todavía no estaba terminado, en la Calle 46 con 16A. El día que pasé al apartamento, fui a colchones Picolín y compré un colchón. Por una confusión en las cuentas de Cuso, no había efectivo para mi instalación. Pagué con mi tarjeta de crédito. En el año 1989 pocas personas conocían las tarjetas de crédito extranjeros, y menos gente quien trabaja en almacenes de colchones. Un extranjero compra comidas en restaurantes, paga hoteles, paseos en agencias de viajes, no colchones! Finalmente, después de algo de bastante insistencia de mi parte y muchas llamadas, conseguí mi colchón. Después fui a Cafam de la 51, porque allá pude hacer todo el mercado sin necesidad de hablar con nadie! Con mi colchón en el piso, loza, cubiertos, y mercado, me instalé.
El país me recibió con bombas y platillos... hubiera preferido menos bombas. Este primer año explotaron 15 bombas en un radio de 20 cuadras alrededor del apartamento donde vivía. Los blancos eran principalmente bancos en Chapinero y sedes políticas en La Soledad. La bomba más cerca fue a la vuelta del apartamento, en la Calle 47 con 19, en las oficinas de una empresa de taxis. Nunca olvidaré el estruendo de la bomba del DAS a las 7:30 de la mañana del 6 de diciembre. Estuve en el apartamento. Me quedé congelada. Pensé que se había explotado al lado. Este año fue muy duro para mi familia, porque las noticias del país fueron estremecedoras. El correo era lento, si es que llegaba. Y las llamadas de larga distancia, costosísimas. Me mamá me rogaba devolverme. Es más, Cuso nos llamó a una reunión y nos ofreció la posibilidad de devolver, con el pago de la bonificación y la cesantía y todo, por las circunstancias de ese año. Del grupo de canadienses, sólo uno optó por devolver, porque tenía una niña recién nacida. Por mi parte, muy rápidamente adopté la actitud fatalista colombiana: cuando me toca, me toca! En fin, nadie estaba buscando a mí, yo no era el blanco de ningún terrorista, y por lo tanto corría el mismo riesgo como cualquier colombiano.
Comencé a trabajar en Dimensión Educativa. Llegué hablando a media lengua, un revuelto de inglés, francés y español, pero con muchas señas y algo de paciencia, me fui desenvolviendo en el ambiente. Fui la encargada de la biblioteca. Tenía una colección documental grande y valiosa, que estaba organizada en orden cronológica de entrada y era subutilizada porque no había forma de encontrar nada, salvo en libro consecutivo de unas 1,500 reseñas, que Pilar muy amablemente facilitaba a las personas quienes llegaban a consultar la colección. "Quieres consultar algo sobre teoría pedagógica para trabajo de base? Tome el consecutivo y me avisas si encuentras algo." Tuvimos ideas distintas sobre la noción de prestar servicio, que dio lugar a más de un roce. Otros fueron más amables conmigo: Carlos era el encargado del proyecto de música. Uno de mis primeros fines de semana, él y Margarita me invitaron a pasear. No tengo la menor idea a donde fuimos. Pero me acuerdo paramos en un sitio a comer postres típicos. Creo que comí varios. Como les digo, aquí no se sufre por la comida. En el transcurso de la conversación me enseñó que "en pelota" significa desnudo (sin demostración). Cosa que nunca olvidaré. Otros quienes fueron muy amables conmigo fueron Jairo y Patricia, con su bebe David, recién nacido, quienes vivieron en un apartamento en la casa donde Dimensión Educativa funcionaba. Me hablaron, me invitaron a que saliera con ellos a almorzar. Claudia, la secretaria, también me invitó a almorzar en su casa en La Perseverancia. Alfonso me hablaba de sus proyectos de recuperación de la historia. Algunas personas fueron muy acogedores conmigo. Otras menos. Uno me invitó un día a almorzar a su casa, y el tema de la conversación fue si yo podría conseguir becas para que sus hijas fueron a estudiar en Canadá. Otras nunca me invitaron a conocer sus proyectos de trabajo, ni sus casas. En parte era un asunto de reconocimiento profesional: no consideraban una bibliotecóloga como un profesional de igual envigadura, con autonomía y criterios independientes, sino como personal de apoyo, al mismo nivel como una secretaria, o sea alguien para mandar. Aprendí mucho sobre la jerarquía profesional y social, y quienes eran autorizados para opinar y quienes no. El mismo quien buscaba becas para sus hijas me pegó una vaciada en una reunión porque me atreví hacer unos comentarios sobre la forma que las agencias miran las propuestas de financiación. Consideraba que no entendía nada sobre la realidad colombiana, algo que reconozco en esta época era bastante cierto, aunque si sabía sobre el funcionamiento y la lógica de las agencias de financiación. Para rematar, si acaso no había aprendido mi lugar, unas semanas más tarde, me regalaron flores para el día de la secretaria.
No obstante poco a poco fui ganado espacio. Busqué relacionarme con otros centros de documentación. Conocí a Estela en Codecal, quien se convirtió en gran amiga. Estela ya te habló sobre como nos conocimos y las osadas de mis primeros años. Y está aquí su mamá Cecilia, a quien considero me mamá putativa en Colombia. Conocí a Gladys en el CINEP; conocí a Margarita en Corfas, y juntas con Pilar del Servicio Colombiano de Comunicación empezamos a manejar el concepto de colecciones documentales compartidas a través de la sistematización y las bases de datos, y montamos una serie de talleres para enseñar a otras personas cómo manejar centros de documentación y servicios de información. Hoy en día la noción de compartir información no es ninguna novedad, pero en su momento fue algo revolucionario. Los dos años de mi contrato se terminaron, pero apenas estuve comenzando. Me renovaron mi contrato en Dimensión Educativa por un año más.
A la vuelta de Dimensión había un gimnasio el Relax Club. Un gimnasio pequeco, pero adecuado porque me quedaba en el camino del trabajo a la casa. Allá conocí a Liliana. Con ella nos encontramos, nos perdimos, nos volvemos a encontrar.
Otra colega de Dimensión fue Rocio. En el mes de octubre del 1991, Rocio y yo decidimos que íbamos a ver una película cada noche en el festival de cine de Bogotá. El viernes por la noche fuimos a ver una película cubana en el Museo de Arte Moderno. Un amigo de ella iba recogernos para llevarnos. Esperamos y esperamos. Finalmente cogimos taxi al MOMA, pagamos y entramos. La película resultó ser un ladrillo propagandístico sobre la guerra en Angola. Veinte minutos me bastó. Mientras que salimos escuchamos una voz de la última fila, “Oigan, a dónde van?” Era José Miguel quien acabó de llegar. Salimos camino arriba para la Macarena al club de salsa Monka Monka. Esa noche hablamos, bailamos. Me quedé flechada. El sábado le invité a ver una obra de teatro que un amigo mío dirigía. El domingo él me invitó a un paseo a tomar unas fotos del Lago Tota en Boyacá, para volver el lunes festivo. Cuando llegamos al hotel, el parqueadero era un poco lejos, entonces me dejó en la recepción para registrarnos. Fue el momento que tuve que preguntar su apellido! Jamás, le juro, jamás antes en mi vida tuve relaciones con un hombre cuyo apellido no sabía sino minutos antes del hecho. Estuvimos juntos por 13 años y dos hijos.
En el año 1992 salimos de viaje por dos meses y medio: nuestro viaje "500 Años, Descubriendo América." Al llegar a Bogotá otra vez comencé a trabajar en ILSA, Instituto Latino Americano de Servicios Legales Alternativos. El trabajo de ellos es derechos humanos. Tomaban testimoniales. Armaban casos para presentar a las autoridades colombianas y la Corte Interamericano de Derechos Humanos. Publicaban sobre los derechos humanos en todos sus alcances. Era otro enfoque hacía la realidad nacional y aprendí bastante. Me retiré unos meses antes de terminar mi contrato por el nacimiento de mi primer hijo Mateo, en septiembre del 94. Nació en Procrear, atendido por el Doctor Mauricio Espinosa, quien siempre fue muy especial conmigo. Nunca sentí como si fuera un cuello uterino más entre la multitud. Y eso que dañamos sus estadísticas sobre el parto natural, porque Mateo estuvo en posición podálica, y por lo tanto nació por cesárea.
Tres años más tarde nació William Daniel. No le tuve en Colombia sino en Montreal. Es que me hizo demasiado falta mi mamá después del nacimiento del primero. Las personas se sorprenden cuando escuchan eso: Te fuiste porque te hizo falta la mamá? Suena como colombiana! Pues sí, y qué?
En Febrero 1999 comencé a laborar en el trabajo que desempeño actualmente, traduciendo las noticias colombianas para difusión en el exterior, o sea que estoy cumpliendo 10 años en este puesto. Me encanta mi trabajo. Me encanto el hecho que realizo gran parte de mi trabajo en pijamas. Y si quieres saber algo sobre perspectivas sobre intercambio humanitario, procesos de paz, pirámides, o los pre-candidatos presidenciales, me puedes preguntar.
Conocí a algunos de los amigos quienes están aquí esta noche por medio de mis hijos. Mateo llegó del kinder en la ruta y me dijo que hay un niño quien vive en el edificio frente a la panadería. Entonces un día fui hasta al paradero y así conocí a Adriana y Camilo a través de Juan Felipe. Conocí a Susana y Jorge porque estuve mirando el curso de natación de Mateo en Compensar y me puse a charlar con las personas quienes estaban al lado, también mirando la clase, quienes resultaron ser los papás de Felipe quien estuvo en la clase con Mateo, y cuyo hijo mayor Fernando, estaba viviendo en Canadá. Un día estuve haciendo la fila eterna en Davivienda y me puse a charlar con la señora detrás de mí, quien resultó ser muy amable y simpática. Unas semanas más tarde, salí con William quien quiso practicar en patineta, y me encontré con ella, acompañando a su hijo Cengis quien estaba practicando en sus patines. Así conocí Clara y Ismail. Conocí a Laura porque me encontré con ella porque esperábamos juntas la ruta del colegio por la tarde. Iniciamos la costumbre de tomarnos una cerveza los viernes mientras que esperamos la ruta. No sé que pensaron los de la ruta: este par de madres degeneradas tomando en la calle! Con Juan Carlos y Marie Eve nos cruzamos por varios lados, primero porque Juan Carlos es amigo de José Miguel y después porque son los papás de Lorenzo, gran amigo de William. Juliana es otra con quien me encuentro hasta en la sopa. La conocí por José Miguel, practicamos juntos tai chi por un tiempo, y últimamente quedamos en ir a las tertulias de Florence Thomas, pero hasta el momento las tertulias han sido muy exclusivas, entre las dos.
También hay grupo de mujeres aquí quienes son muy importantes para mí: las amigas del club de lectura: Lori, Sally, Marion, Julie, Debra, Rebecca, yo otras quienes no están hoy. Son mis llaves. Mujeres, libros, charla, vino, comida, qué más se puede pedir? Participar en este club de lectura me ayudó a rescatar parte de quien soy, la lectora que en algún momento de mi vida perdí y quien me hizo mucha falta. El club de lectura también jugó un papel fundamental después de la separación porque tener este contacto y compromiso social me ayudó muchísimo porque me impulsó a cumplir con la obligación social y enfocar mi mente en otra cosa.
Están mis amigos de Compensar: Víctor, Reynaldo y Miriam, Camilo. Somos el terror de las clases de estiramiento. La risa que me da en su compañía me hace tanto bien como el ejercicio.
Y están aquí María Eugenia y Jorge Enrique. María Eugenia me llamó un día para la traducción de un libro. Nos pusimos a hablar y sentí como si nos conocimos toda la vida. Siento que es una persona que el destino puso frente a mí por una razón, para que aprendo, para que crezco.
Hay amigos quienes no están hoy por diferentes razones. Hace unos seis años hubo un éxodo masivo: Doris y Mauricio se fueron a España porque aquí no conseguían empleo; Rosemary, fiscal, se fue a Montreal porque estuvo amenazada; Gabriela y Frank se fueron a Guadalajara porque el contrato de Frank se acabó y decidieron mudar para estar un tiempo cerca la familia de Gaby; Kathy se separó de su esposo y su fue a vivir en Francia; el trabajo trasladó a Adriana y Camilo a Panamá. Fue una época muy dura; mis amigos se hicieron una diáspora. Y hay otros quienes se han ido más recientemente, como Jennifer, quien me presentó a Fabio. Y si me ven espectacular hoy, es gracias a Fabio.
El proceso de adaptación a otro país en tenaz. Varios de ustedes han vivido la experiencia de ser colombiano en el exterior (en Argentina, Bélgica, Francia, Panamá). Algunos de ustedes son oriundos de otra parte (Inglaterra, Canadá, Estados Unidos, Chile, España, Francia, Turquía) Algunos han vivido en otras ciudades de Colombia (Bucaramanga, Barranquilla, Cali, Zipaquirá, las veredas de Manta).
Ser extranjero tiene sus vainas. Adaptarse a otro país es un proceso complicado, un proceso de aprendizaje de un mundo desconocido, un sistema social desconocido. Llegué inocente, ingenua, a este mundo de Colombia. Aunque no me le creen, soy más bien calladita. Con la boca cerrada, fui observando, aprendiendo. Vi cosas que no entendí hasta años más tarde. Vi cosas que entendí de una, que otras personas, por estar demasiado cerca de los hechos hicieron caso omiso o negaban descaradamente.
Peor mi papel, mi lugar en este país no es imponerme, sino reportar. Tomo el pulso. Tomo distancia, y le cuento como le veo. Quiero este país aunque no es mío. No obstante aquí vivo. Aquí hice mi vida. Y aquí cumplo 20 años de estadía, hoy el 17 de febrero 2009. Eso es el motivo de esta fiesta: a celebrar mis 20 años en un país a cual no pertenezco, pero no obstante le hice mío.
Doy las gracias a todo y cada uno de ustedes por el papel que han jugado y que siguen jugando en mi vida en Colombia. Muchas gracias.
De últimas quiero hacer un reconocimiento a mi amigo Julián quien no está aquí, pero yo sé que va leer este discurso por el blog, y que le va leer hasta el final. Vive en Bogotá pero casi no nos vemos, más bien nos escribimos, y fue él quien me inspiró a escribir este blog.
Leslie
17 de Febrero 2009