Hace años (en el 1993) un grupo de amigo me invitaron a participar en una experiencia de yagé. Todos eran abogados de derechos humanos (yo era la encargada de la biblioteca de la entidad donde trabajamos). Por sus trabajos tenían contactos con personas en muchos rincones del país, y a través de este medio se pusieron en contacto con un chamán del Putumayo para una experiencia guiada de yagé. Me invitaron pero desistí. La vomitada me desanimaba, más que otra cosa. Tengo la particularidad que cuando vomito se me rupturan los vasos sanguíneos alrededor, y a veces a dentro, de los ojos. Procuro evitar vomitar a toda costa. Este grupo de amigos se fue al Putumayo. Hicieron un proceso de inducción y la experiencia con el yagé. Cuando volvieron relataron que era todo lo que les había prometido, que tuvieron revelaciones sobre sus vidas, etc. En parte lamento no haber participado, pero respeto mis limitaciones.
El sincretismo
Un amigo quien recientemente participó en una experiencia con el yagé me escribió sobre el sincretismo en el ritual del yagé: “Fui sorprendido al ver como se sobreponían en el ritual elementos de la tradición judeocristiana, haciendo alusiones a santos, ángeles y a un dios monoteísta, cosas que para mí en el fondo encierran una gran contradicción.” De igual manera, observo que auque los católicos soy muy creyentes, cuando necesitan un agüero van al Indio Amazónico (y ni hablamos de personas que he conocido quienes han pagado a brujas para curarlas de maldiciones).

Este revuelto de tradiciones judeocristianas con elementos de espiritualidad autóctona me hizo acordar de un viaje que hice al Brasil en el 1992. En mayo estuvimos en la costa, en Sao Luis, y de allí fuimos a Alcantara. Allá nos encontramos con la Festa do Divino, una fiesta popular muy interesante. La fiesta conmemora una vista del emperador de Portugal, y la competición entre las casas para ser anfitrión de la familia real. La fiesta está revuelta con celebraciones africanos de la cosecha y ritos de fertilidad; un desfile con la participación de todo el pueblo, en el cual los hombres más fuertes cargan a todos los niños del pueblo quienes van sentados en el tronco de un árbol. Las ancianas del pueblo encabezan el desfile, y son las mujeres quienes tocan los tambores y ponen el ritmo para la música. Todo el mundo baila, comparte, pasa la botella de cachaza. Al final del desfile, llegamos a las ruinas de una iglesia antigua. Unas personas subieron sobre un muro y empezaron a botar dulces hacia la multitud. Los niños corrían a recoger los dulces, y después repartían, hasta ofrecieron dulces a nosotros! Fue algo hermoso, alegre, divino! Hablé con mucha gente, preguntando por el festival y sus orígenes. Me hablaron de la historia, y también me quedé muy sorprendida por el énfasis que pusieron en la iglesia católica... porque estas celebraciones se veían de origen bastante pagano. Es el sincretismo. Unas tradiciones asimilan a otras, con resultados a veces sorprendentes, y muchas veces hermosos.

La Navidad también tiene mucho de este sincretismo. Allí está revuelto la historia del nacimiento de Cristo, con el solsticio invernal, festivales europeos de Yule, festivales romanos, Papá Noel (San Nicolás, Sinte Klass). A pesar de sus orígenes muy variados, la mayoría de las personas (por lo menos en Colombia) diría que la Navidad es una celebración cristiano (no obstante las influencias comerciales). El villancico más antiguo de Canadá se llama el Villancico hurón, escrito en 1643 por el misionario Jean de Brébeuf, en el lenguaje huron/wendat para introducir la historia del nacimiento de Jesús a los pueblos nativos, y cuenta la historia en términos de la espiritualidad huron.
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